Carta a la Ansiedad: "Querida Compañera"

Te comparto una carta que ha escrito Ramiro Irrazabal a su propia ansiedad.

Ramiro me ha permitido compartirla con la generosa intención de ayudar a otras personas que estén sufriendo ansiedad.

Ojalá te ayude a lograr una relación positiva con tu ansiedad.

Querida compañera:

Nuestra relación, desde que comenzó, ha tenido varios colores, aromas, facetas, o como prefieras llamarle.

Maldije en más de una ocasión tus visitas irrespetuosas, tus estruendos insensibles.

Maldije de vos lo que creí eran juegos perversos, que tenían el único objetivo de volverme lisa y llanamente loco.

Maldije de vos tus trampas mentales, tu obsesión con la muerte y todos los desenlaces trágicos que pude imaginarme.

Recuerdo que intentaste llamar mi atención una tarde cualquiera, acelerando mi pulso mientras estaba sentado, desconcertándome por completo, y empujándome hacia el desagradable mundo de pensar en que padecía alguna afección coronaria.

Por supuesto sucedió lo mismo que sucede cuando se sufre una pesadilla. Me encontré, de un momento a otro, empapado en sudor, muy nervioso y asustado. Al darse uno cuenta de que todo fue una creación de la mente, se agradece que el mal trago haya pasado y se vuelve, de a poco, otra vez a lo de siempre.

En mi caso recuerdo como seguí siendo conmigo mismo igual de duro que de costumbre, exponiéndome a enormes niveles de exigencia, reprochándome por los pasos en falso, los errores, las derrotas, y agradeciéndome muy poco a la hora de los aciertos y victorias.

Seguí tomando la decisión de callar, de no ponerle límites a los demás cuando invadían mis espacios privados, mi mundo personal.

Seguí sintiéndome avergonzado y culpable por desearme más libre, por querer construir mi propio camino, sin ceder ante los lineamientos sociales ortodoxos que para nada me representaban.

Por elegir lo mismo, por seguir maltratándome, logré, como bien sabrás, que tus visitas se hicieran más habituales, y también más contundentes, más espectaculares, ruidosas, rudas, hirientes.

Aprendí a la fuerza a ser menos orgulloso, a decir no, a pedir ayuda. Aprendí a la fuerza a descansar, a no ser productivo todo el tiempo, a darle vacaciones a mi necesidad de pensarlo todo.

Aprendí a apreciar que en mi mismo había un mar de transformaciones posibles, y que muchos de los abrazos que no me habían dado cuando era chico, me los podía dar yo mismo. Aprendí que con caricias, pasito a paso, las heridas aprenden a cerrarse, y los desiertos vuelven a ser tierra fértil.

No pude verlo en ese momento, pero con el correr de los años, y por sobre todo con el correr de la diversidad de síntomas que me acercaste de manera tan cruda, empecé a pensar en la posibilidad de que fueras, de manera misteriosa, una maravillosa maestra.

Quisiera haber estado más atento, mas presente, para entender claramente que venias a alertarme, a pedirme que reflexionara sobre mis decisiones. Quisiera haberme dado cuenta del amor que escondían tus palabras, y de cómo te dolió tener que gritarme cada vez más fuerte para que finalmente te escuchara. Recuerdo que mi postura cambió completamente cuando terminé en una salita de primeros auxilios con la presión por las nubes y teniendo 22 años. Hubo una parte de mi ser que de golpe cobró vida, o en todo caso, recibió de mí, el espacio para poder respirar,expresarse, para poder exigir atención y aprecio.

Viniste a mí porque yo mismo me había acostumbrado a boicotear mis talentos, a desvalorizar mi potencia, a desmerecerme, a negarme el disfrute y la paz.

Viniste a mí, y recuerdo que te miré como a un demonio, y que me desvelé más de una noche inventando formas de borrarte. Y recuerdo que me costó mucho salir de ese círculo vicioso, porque es así la esencia misma de la culpa que uno escupe hacia afuera. Si vos me estabas lastimando desde afuera, si vos eras un monstruo queriendo destruirme, era de esperarse que jamás decidiera mirar hacia adentro. La odisea que atravesé siendo tu compañero, tuvo mucho que ver con ésta postura. En el camino, entre pregunta y pregunta, el universo me acercó personas muy sabias, profesionales de la salud, y también seres humanos sin estudios secundarios completos, que con algún dicho al pasar me dejaron recalculando acerca de lo que es verdaderamente importante a la hora de existir.

Aprendí a ser más humilde, más cariñoso, más agradecido, más simple. Aprendí mucho a reírme de mis propias locuras mentales, de mis propios patrones obsesivos, de mis miedos irracionales.

Animarme a caminar la vida como si fuera un adulto, pero también como si fuera un niño, fue una de las decisiones más complicadas y más maravillosas que pude tomar. Comencé a entender que crecer no es dejar de jugar, y que a cualquier edad nos debemos el regalo de bailar, cantar y descubrirnos otra vez, como si por primera vez nos estuviésemos conociendo. Aprendí a comprender que, a cualquier edad, en cualquier momento, si develamos que nos estamos lastimando, o estamos tomando caminos que no son nuestros, es imprescindible volver a conectar con nuestro mundo interno, con nuestra brújula, que es única e irrepetible, y que escuchándola siempre nos va a llevar a buen puerto.

Por esto, y por muchos detalles más, de los cuales seguramente me esté olvidando, es que te agradezco tus visitas, las caricias que me diste en un principio, que lastimosamente se tuvieron que volver golpes, para que te prestara atención.

Te llamé de muchas maneras a lo largo del camino. Reconozco que te puse apodos desagradables, técnicos, profesionales, y que para ser sincero, nunca lograron representarte con honor.

Incluso hoy, a veces trabajo creativamente para encontrar el nombre que te ganaste, al menos conmigo, y con toda esta historia que vivimos durante largos años.

En un rinconcito de mi corazón, siento que lo que más se acerca a vos, lo que más te luce y hace brillar, es la palabra “esencia”. Me supiste mostrar que la vida es más bella si se la camina sin tantas máscaras o disfraces, y si la desnudez que traemos encima desde que nacemos, se hace más presente y se siente más amada. Somos, nos pese o nos libere, ese enorme pedacito de universo que anda dando vueltas por todos lados, explotando, y cada tanto evolucionando a otro nivel.  

Te mando un beso infinito. Hoy y siempre.